2008/06/18 |

Ayer terminé de leer La Era del Diamante, de Neal Stephenson, después de tres meses de estar leyéndola. La novela es muy buena, aunque un poco larga. Vayan y cómprenla. Una de las razones por las que me gusta tanto este autor es por la presencia constante de las Matemáticas y la Computación en sus obras; por eso me gustó tanto Criptonomicón, y por eso me estoy dando de topes contra la pared por no poder conseguir Quicksilver.

En otros temas, estoy pensando muy seriamente si conviene o no que este pobre blog sirva de escaparate para mis traumas personales, y en particular para ese aspecto tan conflictivo de mi vida llamado amor. ¿Le interesaría a mi escaso público andar escuchando (bueno, leyendo) mis quejas contra el Universo porque estoy solito? ¿Le interesaría lo contrario, es decir, leerme contento por vivir de nuevo ese proceso tan padre de tener una pareja, descubrirla, (tal vez) enamorarme de ella, etcétera? No lo sé, creo que tengo que pensarlo mejor. Hay una línea muy fina entre lo que estoy dispuesto a revelar sobre mi vida privada y lo que no.

Y tales debrayes surgieron porque de repente me dieron unas ganas inmensas de escribir sobre lo que siento cada vez que escucho “Aunque no sea conmigo”, cuyo compositor ignoro, pero que ha sido interpretada por lo menos por Café Tacvba (con Celso Piña) y Enrique Bunbury.